martes, 23 de febrero de 2010

MEMORIAS DE ÁFRICA

Yo tenía una casa en África, al pie de las colinas del Ngong.
Así comienza uno de los hitos de la historia del cine, un regalo de Sidney Pollack en plena década de los ochenta, cuando el cine norteamericano exhibía su vertiente más comercial y una preocupante falta de talento,un regalo emotivo, maravilloso, una verdadera obra maestra.
1914,Karen Blixen posee junto a su marido una plantación de café en Kenia, marido libertino, mujeriego, un matrimonio convenido por ambos en base a una buena amistad pero sin rozar ni un sólo segundo el amor. Denys Finch-Hatton, cazador blanco, apuesto, sensible, libre.
Memorias de África es al cine como El barón rampante a la literatura, el mejor retrato del dilema entre independencia y compromiso. También es muchas otras cosas, dos viajes en avioneta, una brújula y una pluma,cuentos con la anochecida, el coraje y la valentía de una mujer, el poder de la lealtad, un continente desconocido y lleno de magia, un pelo lleno de espuma en plena selva, la música inolvidable de John Barry, dos leones enamorados sobre una colina, amor, amor.
Paradójicamente, sólo desde la independencia, desde la absoluta certeza de quienes somos, desde la osadía de defender a capa y espada nuestra libertad, podemos comprometernos.
Marta Sánchez Flores

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